Estudiar la licenciatura en Ciencias de la Comunicación, como todo en esta vida, trae consigo una serie de pro’s y de contras para el estudiante y futuro profesionista. La carrera, de vez en vez, se plaga de prejuicios y aseveraciones en las que otras personas de otras carreras, hacen en contra, tanto de los alumnos como del ritmo de vida y carga académica de los mismos. Los comunicólogos debemos de cargar con ciertos apodos o sobrenombres, como lo son Licenciados en Chisme y Cafecito, así como Licenciados Cuenta Cuentos. Se tiene la creencia de que Comunicación es una carrera en la los alumnos tienen la oportunidad de “no hacer mucho“ y recibir el título equivalente de un ingeniero industrial, un bioquímico, o una arquitecto.
Es triste darse cuenta no sólo de los prejuicios que giran alrededor de lo que estudiamos, sino también es decepcionante ver como quienes hacen dichas aseveraciones, no se toman el tiempo ni la molestia por saber qué es lo que hacemos exactamente.
Cada una de las licenciaturas e ingenierías ofrecidas por las diversas universidades del país y del mundo tienen su chiste. El ingrediente principal, proveniente del estudiante, debe de ser la pasión y la entrega por lo que hace. La pasión lleva a los estudiantes a dar lo mejor de sí mismos, a seguir buscando oportunidades en las que desarrollarse más ampliamente, deseos de solucionar problemas nacionales, así como tomar decisiones bien fundamentadas que permitirán el establecimiento de su futuro y acotar el área en la que se quieran desempeñar.
Los comunicólogos cargamos con una responsabilidad colosal. La explosión e impacto de los medios de comunicación sobre nuestra vida diaria ha llegado a niveles impresionantes, por lo tanto, es imperativo que el comunicador cobre conciencia de su poder y “autoridad“ en el ámbito.
Ojalá dejáramos a un lado el orgullo y los prejuicios, y se nos diera la oportunidad de demostrar al mundo de qué somos capaces los comunicólogos…Créanme: vamos más allá del chisme y del cafecito.
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